nísperisiendo
“Como no se pierde
tiempo ni se lo gana, porque somos parte de él, no existe escape posible”.
Eso escribí, algún
tiempo atrás, para sentir que la tortura me la pueden infligir mis pensamientos
y no ese mundo de signos que me rodea. Pese a estas caricias, que me consuelan
por un momento, nada es mío, ni siquiera mi lengua.
Es posible que ese
tiempo que soy, forme parte de un gran árbol de níspero porque siempre acudí a él
sobre cuestiones espirituales. Sea que el mundo y su gloriosa turbulencia estén
bajo el amparo de un eterno níspero barrial, yo
estoy-siendo-níspero-en-el-tiempo.
Y quizás el níspero no
cayera desamparado porque su propia voluntad lo renueva.
¡Ay si pudieras
nutrirte de aquél árbol de la vida,
serías pueblo, serías vida!
Y en cada cuadra,
dibujada desde el cielo, los nísperos seducen con sus miradas de niñx, de jóven, de adulto y anciano. Aquellos árboles de lejana procedencia, nos han unido, en
una constante de miradas y encuentros bajo el cielo grisáceo de este momento.
Hoy pienso, ¿que serían
las primaveras sin sus frutos soleados, sin los llamados que nutren el espacio
que habitamos? Mañanas, tardes, noches, todas ellas se componen de pedidos.
Pedidos que son remitidos al patio donde posa el frutal.
“Tarde-noche te
cantamos,
Somos el pueblo y te
adoramos
Níspero mío tarde o
temprano
Serás mi canto
Canto anhelado”
Este cantar conoce bien los deseos en mi sentir. No estoy sólo en este proyecto tirado de las ramas. Hay
muchos que están agarrados. Otros tantos que en la copa beben del sol. Otros
muchos desperdigados, eyectados, sobre el suelo diurno. En resumidas cuentas,
escribí sobre la caída de un ser barrio-níspero, junto con éste el devenir de un yo-níspero.
Pese a ello soy parte del
todo hundido, un todo-níspero, un todo-barrio, siendo parte del tiempo.
“Como no se pierde el níspero ni se lo gana, porque somos parte de él, no existe escape posible”.
D. Burkett
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